sábado, 7 de julio de 2012

Un programa de radio con la integración como meta

PUBLICADO EN TIEMPO ARGENTINO EL 7/07/2012
Realizado por jóvenes con distintas discapacidades, “Palabras en Conjunto” acaba de comenzar su octava temporada en el aire.
Están ahí. Desafiados, van dispuestos a no dejarse vencer. Es temprano. Los relojes anuncian que las 11 se acercan. Hace frío. La vorágine céntrica se atempera los sábados, pero la vereda del edificio de Esmeralda 77 todavía es un ir y venir. Ahí hay siete pisos. Siete. Sillas de ruedas, bastones y muletas suman el tono épico y metálico a la subida. Por fin se juntan, se besan, se saludan, respiran y esperan la señal: “Estamos en el aire”, escuchan, y arremeten.
Tienen entre 18 y 35 años y discapacidades leves, intelectuales o motoras. Son los palabreros que realizan el programa Palabras en Conjunto, que se emite todos los sábados de 11 a 12 por Radio Arinfo (www.arinfo.com.ar) y arrancan su octava temporada.
Matías Nirenberg, comunicador, coordinador y precursor, apunta a la hora de explicar de qué se trata el asunto: “Sencillamente, nos propusimos visibilizar voces.” Junto a Miguel Padawer lanzó la propuesta el 11 de junio de 2005 con cinco conductores, hoy oscilan entre diez y 12. Una experiencia anterior, desde 2002, en tres instituciones de educación especial le había dado la buena nueva de que la utopía era posible. “Derribamos el mito y el prejuicio sobre la imposibilidad o falta de acceso de los jóvenes con discapacidad a un medio de comunicación masivo”, dice orgulloso.
Allá lejos garabatearon las consignas que después fueron ciertas: “Lograr que el público acceda a información sobre temáticas poco difundidas y analizadas en los medios masivos de comunicación, a través de un lenguaje sencillo para todos nuestros escuchas; posibilitar un espacio de intercambio entre los protagonistas de la radio y el resto de la comunidad, abriendo los micrófonos a todas las instituciones que deseen participar de nuestra emisión; facilitar un ámbito de expresión libre y responsable para la discusión constructiva en base a los conocimientos expuestos en el programa; libre acceso a la información y al conocimiento por parte del radio-escucha, sin barreras socio-comunicacionales.”
Quizá faltó agregar entonces que, además, serían completamente libres. El proyecto se sostiene económicamente con las cuotas que abonan los participantes y no recibe ningún tipo de ayuda, ni estatal, ni privada.
Coordinados por Matías Nirenberg y Miguel Padawer, con la locución de Makarena Lezica, quienes realizan las tareas y aprenden todos los oficios radiales son Ezequiel Toranzo, Bautista Lucci, Gabriel Gerosa, Maia Kor, Gastón Salvo, Gabriel Gerosa, Federico Nieto, Lucila Álvarez, Mariano Gallotti, Augusto Cereseto, Juan Manuel Forbes, Iván Espinosa, Lucas Méndez Cagegi y Nicolás Blandizzi.
El programa recorre las secciones que lo asimilan a los convencionales. Se comenta “la noticia de la semana”, se amplía con “el ojo curioso”, se viaja hacia atrás en “disco retro”, se reflexiona en “la asamblea consejera”, aparece el “cuento sonoro” y se le da pase al móvil antes del “show de los saludos”. Sin embargo, no es uno más de tantos. En el pequeño estudio se escuchan y se viven  palabras como tolerar, respetar, acompañar y cuestionar. Todo eso pasa mientras el micrófono está abierto. Cuando se cierra, sucede que la fortaleza trasuntada en autonomía ya no abandona esos cuerpos.


miércoles, 4 de julio de 2012

“Nunca hicieron nada: ni antes, ni el día de la tormenta, ni después”

PUBLICADO EN TIEMPO ARGENTINO EL 4 DE JULIO DE 2012

Por Damián Pussetto

Algunos escombros están ahí. Todavía. Unos pocos ladrillos se van apilando despacio en el agujero donde hasta hace 90 días había una casa con el número 59 en la Manzana 25 de la Villa 21. Las paredes se levantan entre los troncos que nadie se llevó. Facundo no está. Cristina se pregunta por qué.
La vida de Cristina Inca y Héctor Correa cambió para siempre ese 4 de abril de 2012. La de Facundo Correa, su hijo de 14 años, se cortó cuando un enorme álamo se vino abajo sobre su vivienda y murió aplastado. El maltrato, la ignominia y la desidia con que fueron tratados dejando sin atender durante ocho años las denuncias que presentaron para que quitasen ese peligroso árbol, permanecen allí, lastimándolos.
Cuenta Cristina que Facundo ya descansa en paz en Jujuy, de donde es oriunda la familia, que el 9 de junio hubiera cumplido 15 años, que sus amigos y vecinos son su único sostén, que volvió a trabajar, que toma pastillas para dormir, que llora… que llora sin parar.
“No hicieron nada. Nunca hacen nada. Ni antes, para sacar el árbol, ni el día de la tormenta, para emitir un alerta, ni después”, relata y agrega que hasta tuvo que ir tres veces a solicitar que retiraran los restos de los troncos porque nadie los sacaba y ni así se los llevaron todos.
El gobierno porteño, que no podó y que no avisó, tampoco reparó. Tras ofrecer un ofensivo subsidio de escasos 1200 pesos, que fue rechazado, hace tres semanas comenzó a aportar los materiales con los que una cooperativa está reconstruyendo el hogar. Mientras tanto, el matrimonio Correa vive de prestado en lo de otros familiares.
“Primero me hablaron de que en 12 meses se iba a hacer la casa, después me la prometieron en dos, pero ese plazo ya pasó y lo cierto es que ellos solamente aportan los materiales, el trabajo lo hace la cooperativa.”
En estos días recibe a los muchos testigos que se acercan para ofrecerse a declarar en el juicio civil que iniciará contra el gobierno de la Ciudad por su ausencia de respuesta. “Yo quería un juicio penal porque lo que busco es justicia. Quiero que aparezca un responsable y que pague su culpa. Mi hijo debería estar vivo, en cambio, tenemos que demostrar que era un buen chico. No hay derecho para que nos hagan esto”, explica.
Devastada, Cristina agradece el apoyo de sus vecinos de la asamblea La Poderosa Villa 21 y el asesoramiento de la Agrupación 14bis Derecho. Esta tarde va a llorar, sabe que va a llorar al ver a los compañeritos de la escuela Nº 11 República de Haití cuando lo recuerden a las 19:30 en la Parroquia Nuestra Señora de Caacupé sobre la calle Osvaldo Cruz. Después se secará las lágrimas para seguir preguntando por qué y buscando responsables.

viernes, 4 de mayo de 2012

La muerte de Facundo todavía no tiene responsables ni respuestas

PUBLICADO EL 4 DE MAYO DE 2012 EN TIEMPO ARGENTINO


Un árbol derribó su casa en la Villa 21 y lo aplastó. Tenía 13 años y su mamá había pedido desde 2004 que cortaran ese álamo. El defensor adjunto de la Ciudad impulsó una causa por daños y perjuicios contra el gobierno porteño.


Sigue golpeando la muerte, disimulada en el desamparo, mezcla de olvido y discriminación. Hace un mes un álamo cedió ante la furia del tornado y destrozó la casa 59 de la manzana 24 en la Villa 21. Adentro estaba Facundo Correa, de 13 años, creyéndose seguro. Pero no. Cristina Inca, su mamá, denunció desde 2004 que ese maldito árbol un día se iba a caer. Y se cayó, y lo mató. Treinta días después, Héctor y Cristina, mamá y papá, vuelven de Jujuy, se paran frente a los escombros y comprueban que todavía no hay respuestas.
“Fue muy duro y muy difícil dejarlo allá”, dice ella. Allá es al lado de la tumba de su abuelo, cumpliendo con una dolorosa decisión que juzgaron necesaria. Antes debieron aguantar y esperar. “Por la burocracia y desinterés recién pudimos viajar esta semana porque no permitían el traslado del cuerpo”, aclara Cristina.
Muchos árboles no resistieron en Buenos Aires el embate del viento, pero mataron solamente en el sur, donde las condiciones preexistentes son la verdadera condena. La casa de material y bien construida se vino abajo entre callecitas de-siguales y maltratadas. Acaso por eso Cristina asegura que “la lucha continúa”, mientras abraza a Héctor para abrigarse de la intemperie. Una hermana de ella les hace un lugar, hasta que tengan vivienda de nuevo. Cuando la tragedia de Facundo llegó a los medios, funcionarios del Gobierno de la Ciudad se acercaron para ofertarles $ 1200 en concepto de subsidio. La negativa de los Correa elevó esa cifra y ahora les prometen solventar un alquiler. En diversas reuniones, los mismos representantes ofrecieron reconstruir el hogar en un año. Naturalmente, esto tampoco fue aceptado y surgió el compromiso de hacerlo inmediatamente. Aunque no se empezó.
En tanto, Cristina repite. No se quiebra. Se retuerce de indignación y pregunta una y mil veces: “¿por qué?” Nadie le dice, e insiste: “No me voy a cansar de preguntar por qué. Todo lo que quiero es que alguien me responda porqué no cortaron ese árbol. Pedí durante ocho años que lo sacaran. Si lo hacían, Facundo estaba vivo. El gobierno giró mi vida con su inoperancia. Nada va a llenar el vacío que siento. ¿Por qué?, pregunto… ¿Por qué?”.
Sus propios vecinos son el único sustento. Encuentran el hombro en la asamblea La Poderosa Villa 21 y reciben la contención y asesoramiento de la Agrupación 14bis Derecho. Además, el defensor oficial de la Ciudad Autónoma, Mario Kestelboim impulsa la causa civil contra el gobierno comunal por daños y perjuicios. 
Poco esperan los papás, despojados de todo. “Para el gobierno de Macri los villeros somos una lacra. Que traiga una topadora y nos saque. Piensa que invertir acá no sirve y por eso ni siquiera atendieron mi reclamo. Ahora ya es tarde. Mañana (por hoy) celebramos una misa en la capilla de Caacupé para recordar a Facundo”.

martes, 10 de abril de 2012

Durante años pidieron sacar el árbol que aplastó a un chico en la Villa 21

PUBLICADO EL 10/4/2012 EN TIEMPO ARGENTINO


El miércoles, el viento tiró un álamo sobre la casa de Facundo Correa, de 14 años, quien murió en el acto. Su mamá reclamaba desde 2004 que lo removieran. El gobierno porteño sólo le ofrece a la familia un subsidio de $ 1200.


Por Damián Pussetto
Se sintió frágil en la canchita. La intemperie de barro lo asustó y corrió. Pensó en su casa con el número 59 en la Manzana 25 de la Villa 21 como un refugio eficaz, pero fue escombros en segundos y el cuerpito de Facundo Correa, con sus 14 años, no resistió. Era miércoles cuando la tormenta tiró un enorme álamo que desató la tragedia. Acaso había comenzado a morir mucho antes.
Cristina Inca y Héctor Correa, mamá y papá, se paran sobre los despojos estrujados de muebles y ladrillos. Cuentan, denuncian, sufren. “Hace ocho años que reclamamos por ese árbol y nunca nos dieron bolilla. Una vez podaron unas ramas y hace poco nos habían sugerido que nos juntásemos entre los vecinos para pagarle a alguien y que lo saque”, dice Cristina.
Indiferencia. Esa fue la respuesta a cada uno de los pedidos para que quitaran el enorme peligro que pendía sobre sus cabezas. Indiferencia, de nuevo, es lo que el gobierno de la Ciudad ofrece ahora con el drama anunciado ya consumado. 
Ayer, recién ayer, una enviada de Carolina Stanley, ministra de Desarrollo Social de la Ciudad, les ofreció a Héctor y Cristina costear los gastos del traslado del cuerpo de Facundo hasta Jujuy, de donde es oriunda la familia, y un subsidio de 1200 pesos.  Quienes no actuaron antes, se mostraron expeditos para que ese trámite sí se cumpla velozmente. Quizá hayan pergeñado que mientras los días pasan y el tema baja en los medios, alejarlos sea mejor para los intereses de quienes deben justificar lo injustificable.
Entonces Héctor se encoge de hombros, aprieta los labios y expone su entera dignidad en una frase que empieza en voz baja y pronto abandona el tono monocorde. “Yo quiero aceptar que paguen el traslado, no los 1200 pesos, que son una vergüenza. Quiero darle un descanso rápidamente a Facundo para después fortalecerme y atacar con todo.  Necesito hacer juicio para que esto no quede impune. Quiero cortar cabezas. Alguien tiene que pagar.”
Cristina y Héctor se abrazan y se dejan abrazar por sus propios vecinos de la asamblea La Poderosa Villa 21, mientras reciben la contención y asesoramiento de la Agrupación
14 bis Derecho.
“La tormenta no era evitable, pero cortar el árbol si era posible. Y tuvieron mucho tiempo para hacerlo. Siempre nos derivaban a algún lado... que Espacio Público, que el CGP, que la UGIS… y nunca hicieron nada”, explica Héctor.
“Yo me pregunto –acusa Cristina– ¿dónde estaban antes los funcionarios que vemos ahora? Quiero que alguien se haga responsable. Si ponen gente, que recorra la villa, que ande sin burocracia. Sin punteros.  Tienen que sacar todos los árboles porque estamos en peligro. Seguimos en peligro de muerte. Estamos cansados de que nos usen.”
Con una impunidad que hiere sobre las heridas, desde la comitiva municipal que visitó a las víctimas, alguien confesó sin dar su nombre que “hay recursos”.  Palabras vacías, promesas indecentes.  En la Villa 21 resuenan y vuelven a lastimar. La cruel ausencia no evitó una muerte que empezó a construirse mucho  antes de la semana pasada. 
El cuerpo de Facundo viajará hoy hasta Jujuy. En sus calles porteñas quedarán las letras que lo definen. “Respetuoso, educado, un poco cachafaz en la escuela”, asegura la mamá. Las respuestas a tanto desamparo seguirán pendientes.