martes, 15 de junio de 2010

Y el himno se llenó de oes

PUBLICADO EN TIEMPO ARGENTINO EL 15 DE JUNIO DE 2010

En nombre de abreviaturas que se dicen necesarias, razones bastante controversiales borraron las letras del himno. Un poquito de emoción, de pecho inflado, de ojos mojados y ya: que salten a la cancha de una vez, que con eso alcanza, dándole un sitio de escasos segundos a cada canción patria en el Mundial. Y, como al achicarse quedan libres solamente un puñado de acordes musicales, la hinchada llena los vacíos con prolongadas “oes”.

El formato impone el modo rápido que condena a las palabras que pasaron la prueba de la blancura e, impolutas, permanecen allí desde que el 11 de mayo de 1813 la Asamblea General las aprobó. Acaso extrañen a sus compañeras, borradas por decreto con firma de Julio Argentino Roca el 30 de marzo de 1900. Todavía faltaban 30 años para que se celebrara el primer Mundial, de manera que aquella vez nada tuvo que ver la pelota.
Luego de masacrar indios indóciles, don Roca argumentó y dispuso durante su segunda presidencia: “Que, sin producir alteraciones en el texto del Himno Nacional, hay en él estrofas que responden perfectamente al concepto que universalmente tienen las naciones respecto de sus himnos en tiempo de paz y que armonizan con la tranquilidad y la dignidad de millares de españoles que comparten nuestra existencia, las que pueden y deben preferirse para ser cantadas en las festividades oficiales, por cuanto respetan las tradiciones y la ley sin ofensa de nadie, el presidente de la República, en acuerdo de ministros decreta. En las fiestas oficiales o públicas, así como en los colegios y escuelas del Estado, sólo se cantarán la primera y la última cuarteta y coro de la canción nacional sancionada por la Asamblea General el 11 de mayo de 1813.”
Desde entonces y hasta la hilera de “oes” nacida en las canchas, se canta la versión que el general juzgó adecuada.
De un plumazo se voló la poética definición inicial: “Se levanta a la faz de la tierra / Una nueva y gloriosa Nación / Coronada su sien de laureles / Y a sus plantas rendido un león.”
De todos modos, esa majestuosa introducción no debe haber sido la más molesta. Sin dudas, con mayor placer habrá condenado al olvido la mención aborigen: “Se conmueven del Inca las tumbas / Y en sus huesos revive el ardor / Lo que ve renovando a sus hijos / De la Patria el antiguo esplendor.”
Apelaciones a “gritos de venganza, de guerra y furor” contra los “los fieros tiranos” con “estandarte sangriento”, por supuesto que configuraron el escándalo para la élite dominante en los albores del siglo XX.
Mientras el país se hacía y buscaba sus límites e identidades, el Triunvirato había sugerido al Cabildo, en 1812, que mandase a confeccionar “la marcha de la patria”. Así fue que la Asamblea del año XIII aprobó la composición de Vicente López y Planes y Blas Parera. “Marcha Patriótica”, luego “Canción Patriótica Nacional”, y más tarde “Canción Patriótica”, la versión de Roca, con retoques musicales de Juan Esnaola, fue aceptada como oficial el 24 de abril de 1944 por otro decreto de un militar, el presidente de facto Edelmiro Farrell.
Acomodado el himno para que España no se ofendiese, la historia oficial pudo comenzar a escribirse sin las habituales incomodidades que genera mencionar a las cosas por su nombre. “A vosotros se atreve ¡argentinos! / El orgullo del vil invasor (…) A esos tigres sedientos de sangre / Fuertes pechos sabrán oponer”, dejó de decir la verba fervorosa.
El original, como se ve, era un clarísimo manifiesto que no sólo se plantaba frente al colonizador, sino que indicaba a la América como un todo. “¿No los veis sobre México y Quito / Arrojarse con saña tenaz? / ¿Y cual lloran bañados en sangre / Potosí, Cochabamba y la Paz? / ¿No los veis sobre el triste Caracas / Luto y llanto y muerte esparcir? / ¿No los veis devorando cual fieras / Todo pueblo que logran rendir?”
Y a la hora del reparto de sitios en ese furor revolucionario apagado a sangre y fuego por el invasor y sus cómplices locales, establecía con certeza el rol en el marco continental. “El valiente argentino a las armas / Corre ardiendo con brío y valor… Buenos Aires se pone a la frente / De los pueblos de la ínclita Unión / Y con brazos robustos desgarran / Al ibérico altivo león (…) La victoria al guerrero argentino / Con sus alas brillantes cubrió /Y azorado a su vista el tirano / Con infamia a la fuga se dio.”
En definitiva, si el poder expulsó primero los conceptos que le resultaron embarazosos y la vorágine televisada, luego, los pocos que quedaban, acaso los condenados a repetir largas sucesiones de “oes” puedan usar el recurso al rescate de viejas ideas. Siempre con “o”, para entrar en tempo, acaso podría escucharse en los estadios: “Rocoso provocó bochornoso borrón / Los godos, Colón o Borbón, todos son horror / Opto yo, gozo groncho, colmo fogozo / Coro grosso, hondo honor, nosotros somos todos los morochos.” O no