martes, 10 de abril de 2012

Durante años pidieron sacar el árbol que aplastó a un chico en la Villa 21

PUBLICADO EL 10/4/2012 EN TIEMPO ARGENTINO


El miércoles, el viento tiró un álamo sobre la casa de Facundo Correa, de 14 años, quien murió en el acto. Su mamá reclamaba desde 2004 que lo removieran. El gobierno porteño sólo le ofrece a la familia un subsidio de $ 1200.


Por Damián Pussetto
Se sintió frágil en la canchita. La intemperie de barro lo asustó y corrió. Pensó en su casa con el número 59 en la Manzana 25 de la Villa 21 como un refugio eficaz, pero fue escombros en segundos y el cuerpito de Facundo Correa, con sus 14 años, no resistió. Era miércoles cuando la tormenta tiró un enorme álamo que desató la tragedia. Acaso había comenzado a morir mucho antes.
Cristina Inca y Héctor Correa, mamá y papá, se paran sobre los despojos estrujados de muebles y ladrillos. Cuentan, denuncian, sufren. “Hace ocho años que reclamamos por ese árbol y nunca nos dieron bolilla. Una vez podaron unas ramas y hace poco nos habían sugerido que nos juntásemos entre los vecinos para pagarle a alguien y que lo saque”, dice Cristina.
Indiferencia. Esa fue la respuesta a cada uno de los pedidos para que quitaran el enorme peligro que pendía sobre sus cabezas. Indiferencia, de nuevo, es lo que el gobierno de la Ciudad ofrece ahora con el drama anunciado ya consumado. 
Ayer, recién ayer, una enviada de Carolina Stanley, ministra de Desarrollo Social de la Ciudad, les ofreció a Héctor y Cristina costear los gastos del traslado del cuerpo de Facundo hasta Jujuy, de donde es oriunda la familia, y un subsidio de 1200 pesos.  Quienes no actuaron antes, se mostraron expeditos para que ese trámite sí se cumpla velozmente. Quizá hayan pergeñado que mientras los días pasan y el tema baja en los medios, alejarlos sea mejor para los intereses de quienes deben justificar lo injustificable.
Entonces Héctor se encoge de hombros, aprieta los labios y expone su entera dignidad en una frase que empieza en voz baja y pronto abandona el tono monocorde. “Yo quiero aceptar que paguen el traslado, no los 1200 pesos, que son una vergüenza. Quiero darle un descanso rápidamente a Facundo para después fortalecerme y atacar con todo.  Necesito hacer juicio para que esto no quede impune. Quiero cortar cabezas. Alguien tiene que pagar.”
Cristina y Héctor se abrazan y se dejan abrazar por sus propios vecinos de la asamblea La Poderosa Villa 21, mientras reciben la contención y asesoramiento de la Agrupación
14 bis Derecho.
“La tormenta no era evitable, pero cortar el árbol si era posible. Y tuvieron mucho tiempo para hacerlo. Siempre nos derivaban a algún lado... que Espacio Público, que el CGP, que la UGIS… y nunca hicieron nada”, explica Héctor.
“Yo me pregunto –acusa Cristina– ¿dónde estaban antes los funcionarios que vemos ahora? Quiero que alguien se haga responsable. Si ponen gente, que recorra la villa, que ande sin burocracia. Sin punteros.  Tienen que sacar todos los árboles porque estamos en peligro. Seguimos en peligro de muerte. Estamos cansados de que nos usen.”
Con una impunidad que hiere sobre las heridas, desde la comitiva municipal que visitó a las víctimas, alguien confesó sin dar su nombre que “hay recursos”.  Palabras vacías, promesas indecentes.  En la Villa 21 resuenan y vuelven a lastimar. La cruel ausencia no evitó una muerte que empezó a construirse mucho  antes de la semana pasada. 
El cuerpo de Facundo viajará hoy hasta Jujuy. En sus calles porteñas quedarán las letras que lo definen. “Respetuoso, educado, un poco cachafaz en la escuela”, asegura la mamá. Las respuestas a tanto desamparo seguirán pendientes.