PUBLICADO EL 4 DE MAYO DE 2012 EN TIEMPO ARGENTINO
Un árbol derribó su casa en la Villa 21 y lo aplastó. Tenía 13 años y su mamá había pedido desde 2004 que cortaran ese álamo. El defensor adjunto de la Ciudad impulsó una causa por daños y perjuicios contra el gobierno porteño.
Por Damián Pussetto
Sigue golpeando la muerte, disimulada en el desamparo, mezcla de olvido y discriminación. Hace un mes un álamo cedió ante la furia del tornado y destrozó la casa 59 de la manzana 24 en la Villa 21. Adentro estaba Facundo Correa, de 13 años, creyéndose seguro. Pero no. Cristina Inca, su mamá, denunció desde 2004 que ese maldito árbol un día se iba a caer. Y se cayó, y lo mató. Treinta días después, Héctor y Cristina, mamá y papá, vuelven de Jujuy, se paran frente a los escombros y comprueban que todavía no hay respuestas.
“Fue muy duro y muy difícil dejarlo allá”, dice ella. Allá es al lado de la tumba de su abuelo, cumpliendo con una dolorosa decisión que juzgaron necesaria. Antes debieron aguantar y esperar. “Por la burocracia y desinterés recién pudimos viajar esta semana porque no permitían el traslado del cuerpo”, aclara Cristina.
Muchos árboles no resistieron en Buenos Aires el embate del viento, pero mataron solamente en el sur, donde las condiciones preexistentes son la verdadera condena. La casa de material y bien construida se vino abajo entre callecitas de-siguales y maltratadas. Acaso por eso Cristina asegura que “la lucha continúa”, mientras abraza a Héctor para abrigarse de la intemperie. Una hermana de ella les hace un lugar, hasta que tengan vivienda de nuevo. Cuando la tragedia de Facundo llegó a los medios, funcionarios del Gobierno de la Ciudad se acercaron para ofertarles $ 1200 en concepto de subsidio. La negativa de los Correa elevó esa cifra y ahora les prometen solventar un alquiler. En diversas reuniones, los mismos representantes ofrecieron reconstruir el hogar en un año. Naturalmente, esto tampoco fue aceptado y surgió el compromiso de hacerlo inmediatamente. Aunque no se empezó.
En tanto, Cristina repite. No se quiebra. Se retuerce de indignación y pregunta una y mil veces: “¿por qué?” Nadie le dice, e insiste: “No me voy a cansar de preguntar por qué. Todo lo que quiero es que alguien me responda porqué no cortaron ese árbol. Pedí durante ocho años que lo sacaran. Si lo hacían, Facundo estaba vivo. El gobierno giró mi vida con su inoperancia. Nada va a llenar el vacío que siento. ¿Por qué?, pregunto… ¿Por qué?”.
Sus propios vecinos son el único sustento. Encuentran el hombro en la asamblea La Poderosa Villa 21 y reciben la contención y asesoramiento de la Agrupación 14bis Derecho. Además, el defensor oficial de la Ciudad Autónoma, Mario Kestelboim impulsa la causa civil contra el gobierno comunal por daños y perjuicios.
Poco esperan los papás, despojados de todo. “Para el gobierno de Macri los villeros somos una lacra. Que traiga una topadora y nos saque. Piensa que invertir acá no sirve y por eso ni siquiera atendieron mi reclamo. Ahora ya es tarde. Mañana (por hoy) celebramos una misa en la capilla de Caacupé para recordar a Facundo”.
“Fue muy duro y muy difícil dejarlo allá”, dice ella. Allá es al lado de la tumba de su abuelo, cumpliendo con una dolorosa decisión que juzgaron necesaria. Antes debieron aguantar y esperar. “Por la burocracia y desinterés recién pudimos viajar esta semana porque no permitían el traslado del cuerpo”, aclara Cristina.
Muchos árboles no resistieron en Buenos Aires el embate del viento, pero mataron solamente en el sur, donde las condiciones preexistentes son la verdadera condena. La casa de material y bien construida se vino abajo entre callecitas de-siguales y maltratadas. Acaso por eso Cristina asegura que “la lucha continúa”, mientras abraza a Héctor para abrigarse de la intemperie. Una hermana de ella les hace un lugar, hasta que tengan vivienda de nuevo. Cuando la tragedia de Facundo llegó a los medios, funcionarios del Gobierno de la Ciudad se acercaron para ofertarles $ 1200 en concepto de subsidio. La negativa de los Correa elevó esa cifra y ahora les prometen solventar un alquiler. En diversas reuniones, los mismos representantes ofrecieron reconstruir el hogar en un año. Naturalmente, esto tampoco fue aceptado y surgió el compromiso de hacerlo inmediatamente. Aunque no se empezó.
En tanto, Cristina repite. No se quiebra. Se retuerce de indignación y pregunta una y mil veces: “¿por qué?” Nadie le dice, e insiste: “No me voy a cansar de preguntar por qué. Todo lo que quiero es que alguien me responda porqué no cortaron ese árbol. Pedí durante ocho años que lo sacaran. Si lo hacían, Facundo estaba vivo. El gobierno giró mi vida con su inoperancia. Nada va a llenar el vacío que siento. ¿Por qué?, pregunto… ¿Por qué?”.
Sus propios vecinos son el único sustento. Encuentran el hombro en la asamblea La Poderosa Villa 21 y reciben la contención y asesoramiento de la Agrupación 14bis Derecho. Además, el defensor oficial de la Ciudad Autónoma, Mario Kestelboim impulsa la causa civil contra el gobierno comunal por daños y perjuicios.
Poco esperan los papás, despojados de todo. “Para el gobierno de Macri los villeros somos una lacra. Que traiga una topadora y nos saque. Piensa que invertir acá no sirve y por eso ni siquiera atendieron mi reclamo. Ahora ya es tarde. Mañana (por hoy) celebramos una misa en la capilla de Caacupé para recordar a Facundo”.