PUBLICADO EN TIEMPO ARGENTINO EL 15 DE JUNIO DE 2010
En nombre de abreviaturas que se dicen necesarias, razones bastante controversiales borraron las letras del himno. Un poquito de emoción, de pecho inflado, de ojos mojados y ya: que salten a la cancha de una vez, que con eso alcanza, dándole un sitio de escasos segundos a cada canción patria en el Mundial. Y, como al achicarse quedan libres solamente un puñado de acordes musicales, la hinchada llena los vacíos con prolongadas “oes”.
El formato impone el modo rápido que condena a las palabras que pasaron la prueba de la blancura e, impolutas, permanecen allí desde que el 11 de mayo de 1813 la Asamblea General las aprobó. Acaso extrañen a sus compañeras, borradas por decreto con firma de Julio Argentino Roca el 30 de marzo de 1900. Todavía faltaban 30 años para que se celebrara el primer Mundial, de manera que aquella vez nada tuvo que ver la pelota.
Luego de masacrar indios indóciles, don Roca argumentó y dispuso durante su segunda presidencia: “Que, sin producir alteraciones en el texto del Himno Nacional, hay en él estrofas que responden perfectamente al concepto que universalmente tienen las naciones respecto de sus himnos en tiempo de paz y que armonizan con la tranquilidad y la dignidad de millares de españoles que comparten nuestra existencia, las que pueden y deben preferirse para ser cantadas en las festividades oficiales, por cuanto respetan las tradiciones y la ley sin ofensa de nadie, el presidente de la República, en acuerdo de ministros decreta. En las fiestas oficiales o públicas, así como en los colegios y escuelas del Estado, sólo se cantarán la primera y la última cuarteta y coro de la canción nacional sancionada por la Asamblea General el 11 de mayo de 1813.”
Desde entonces y hasta la hilera de “oes” nacida en las canchas, se canta la versión que el general juzgó adecuada.
De un plumazo se voló la poética definición inicial: “Se levanta a la faz de la tierra / Una nueva y gloriosa Nación / Coronada su sien de laureles / Y a sus plantas rendido un león.”
De todos modos, esa majestuosa introducción no debe haber sido la más molesta. Sin dudas, con mayor placer habrá condenado al olvido la mención aborigen: “Se conmueven del Inca las tumbas / Y en sus huesos revive el ardor / Lo que ve renovando a sus hijos / De la Patria el antiguo esplendor.”
Apelaciones a “gritos de venganza, de guerra y furor” contra los “los fieros tiranos” con “estandarte sangriento”, por supuesto que configuraron el escándalo para la élite dominante en los albores del siglo XX.
Mientras el país se hacía y buscaba sus límites e identidades, el Triunvirato había sugerido al Cabildo, en 1812, que mandase a confeccionar “la marcha de la patria”. Así fue que la Asamblea del año XIII aprobó la composición de Vicente López y Planes y Blas Parera. “Marcha Patriótica”, luego “Canción Patriótica Nacional”, y más tarde “Canción Patriótica”, la versión de Roca, con retoques musicales de Juan Esnaola, fue aceptada como oficial el 24 de abril de 1944 por otro decreto de un militar, el presidente de facto Edelmiro Farrell.
Acomodado el himno para que España no se ofendiese, la historia oficial pudo comenzar a escribirse sin las habituales incomodidades que genera mencionar a las cosas por su nombre. “A vosotros se atreve ¡argentinos! / El orgullo del vil invasor (…) A esos tigres sedientos de sangre / Fuertes pechos sabrán oponer”, dejó de decir la verba fervorosa.
El original, como se ve, era un clarísimo manifiesto que no sólo se plantaba frente al colonizador, sino que indicaba a la América como un todo. “¿No los veis sobre México y Quito / Arrojarse con saña tenaz? / ¿Y cual lloran bañados en sangre / Potosí, Cochabamba y la Paz? / ¿No los veis sobre el triste Caracas / Luto y llanto y muerte esparcir? / ¿No los veis devorando cual fieras / Todo pueblo que logran rendir?”
Y a la hora del reparto de sitios en ese furor revolucionario apagado a sangre y fuego por el invasor y sus cómplices locales, establecía con certeza el rol en el marco continental. “El valiente argentino a las armas / Corre ardiendo con brío y valor… Buenos Aires se pone a la frente / De los pueblos de la ínclita Unión / Y con brazos robustos desgarran / Al ibérico altivo león (…) La victoria al guerrero argentino / Con sus alas brillantes cubrió /Y azorado a su vista el tirano / Con infamia a la fuga se dio.”
En definitiva, si el poder expulsó primero los conceptos que le resultaron embarazosos y la vorágine televisada, luego, los pocos que quedaban, acaso los condenados a repetir largas sucesiones de “oes” puedan usar el recurso al rescate de viejas ideas. Siempre con “o”, para entrar en tempo, acaso podría escucharse en los estadios: “Rocoso provocó bochornoso borrón / Los godos, Colón o Borbón, todos son horror / Opto yo, gozo groncho, colmo fogozo / Coro grosso, hondo honor, nosotros somos todos los morochos.” O no
martes, 15 de junio de 2010
domingo, 13 de junio de 2010
El milagro que nace
PUBLICADO EN TIEMPO ARGENTINO EL 13 DE JUNIO DE 2010
Despunta el milagro cotidiano en los hombres nuevos de todas las horas. Los pesados muros de concreta exclusión los esconden, los apartan, los niegan. Pero el milagro nace y los desborda.
Meten miedo esos hombres. Desafían a las miradas de soslayo que los escrutan.
Cantan un gol en harapos que, de grandioso, iguala.
Gritan los locos, retumban los pasillos del abandono. La lágrima escapa, en algún suelo de barro un viejo elástico de colchón se deja posar en ladrillos y espera que el fuego tueste lo que cada uno trajo.
La lluvia no llega a licuar nada. Apenas humedece lo que ya está humedecio. En el cielo gozan los que dicen que mataron.
Allá lejos, donde el relato ramplón invierte los colores del cuento de hadas que, esta vez, es de blancos malos que unos negros buenos hicieron recapacitar, otros tipos gastan la eterna escena de gloria del crack y la pelota.
Entregan la magia que recorre y no discrimina. Se alegra el que puede comprarla en 50 cuotas sin intereses, el que la abraza completamente descalzo, el que casi la desprecia, el que no la resigna, el que se conmueve, elue la defiende, el que la busca, el que la necesita y el que tiene de sobra.
Apretadita se queda, aferrada a la convicción de que eso, también eso, no se puede robar, ni escamotear, ni vender, ni alquilar.
Vive, late, sufre, pelea, disfruta. Solidaria, se deja estrujar en apretones populosos que la amparan y protegen.
Hay voces desde allá que amplificn las palabras que importan.
Hay sangre desde acá, que baila con ritmo propio.
Que agrega un visceral ¡Carajo! al festejo mundial... y al milagro de todas las horas.
Despunta el milagro cotidiano en los hombres nuevos de todas las horas. Los pesados muros de concreta exclusión los esconden, los apartan, los niegan. Pero el milagro nace y los desborda.
Meten miedo esos hombres. Desafían a las miradas de soslayo que los escrutan.
Cantan un gol en harapos que, de grandioso, iguala.
Gritan los locos, retumban los pasillos del abandono. La lágrima escapa, en algún suelo de barro un viejo elástico de colchón se deja posar en ladrillos y espera que el fuego tueste lo que cada uno trajo.
La lluvia no llega a licuar nada. Apenas humedece lo que ya está humedecio. En el cielo gozan los que dicen que mataron.
Allá lejos, donde el relato ramplón invierte los colores del cuento de hadas que, esta vez, es de blancos malos que unos negros buenos hicieron recapacitar, otros tipos gastan la eterna escena de gloria del crack y la pelota.
Entregan la magia que recorre y no discrimina. Se alegra el que puede comprarla en 50 cuotas sin intereses, el que la abraza completamente descalzo, el que casi la desprecia, el que no la resigna, el que se conmueve, elue la defiende, el que la busca, el que la necesita y el que tiene de sobra.
Apretadita se queda, aferrada a la convicción de que eso, también eso, no se puede robar, ni escamotear, ni vender, ni alquilar.
Vive, late, sufre, pelea, disfruta. Solidaria, se deja estrujar en apretones populosos que la amparan y protegen.
Hay voces desde allá que amplificn las palabras que importan.
Hay sangre desde acá, que baila con ritmo propio.
Que agrega un visceral ¡Carajo! al festejo mundial... y al milagro de todas las horas.
jueves, 27 de mayo de 2010
Abanderado
PUBLICADO EN TIEMPO ARGENTINO EL 27 DE MAYO DE 2010
Sobrelleva con nobleza todas scontradiccions, natura, esenciales. Aprisiona en un cuerpito de un metro sesenta los fulgores de dios que le asignaron sin preguntarle nada. Se alegra, se enoja, provoca, se equivoca, como todos, como nadie.
Seguramente es de abao, de bien adentro, que le nacen las ideas acerca de sus posiciones. A la hora de optar, no duda y puede vérselo invariablemente del lado del más débil.
Es "El Diego" cada vez que vuelve a Villa Fiorito, cuando participa de incógnito en una marcha de repudio al atentado a la AMIA, el que se abraza a Fidel Castro y defiende a Cuba, el que se sube a un trn junto a Hugo Chávez, Hebe de Bonafini y Evo Morales para rechazar a George Bush y el ALCA, el que cuestiona en la cara del papa Juan Pablo II la abundancia de oro en el Vaticano, el que va a La Paz para defender el derecho boliviano a jugar en su ciudad que besa las nubes. el que simboliza la Italia sureña, pobre y olvidada. Acaso, el que conserva las marcas de la escasez acuñadas desde los primeros gritos en el Hospital Evita de Lanús y en las calles de barro y de barrio.
Ni necesidad tiene de meterse en esos líos, pero se involucra.
Se enfrenta y se expone a la tilinguería que le cuenta las costillas todo el tiempo y se escandaliza con falsa m a la espera de que el tipo sonría como prócer de estampita y se serene de una buena vez. No va a complacerlos. En estas horas renueva si incondicional veneración por el Che y se dej ver derramando cariño con el viejo Calica Ferrer.
Después pita largo un habano, habla de fútbol, se ensusiasma y mantiene la zurda lista, dispuesta para patear el próximo hormiguero.
Probablemente recuerde al mismo Ernesto Guevara cuando, en referencia a los moderados y a los que piden moderación dijo, justamente, que ese es el mote de los que "tienen miedo o piensan traicionar de alguna manera". A un lado y al otro de sus cambios de pensamiento, en esos dos fallidos a Diego nunca se lo podrá encontrar.
Sobrelleva con nobleza todas scontradiccions, natura, esenciales. Aprisiona en un cuerpito de un metro sesenta los fulgores de dios que le asignaron sin preguntarle nada. Se alegra, se enoja, provoca, se equivoca, como todos, como nadie.
Seguramente es de abao, de bien adentro, que le nacen las ideas acerca de sus posiciones. A la hora de optar, no duda y puede vérselo invariablemente del lado del más débil.
Es "El Diego" cada vez que vuelve a Villa Fiorito, cuando participa de incógnito en una marcha de repudio al atentado a la AMIA, el que se abraza a Fidel Castro y defiende a Cuba, el que se sube a un trn junto a Hugo Chávez, Hebe de Bonafini y Evo Morales para rechazar a George Bush y el ALCA, el que cuestiona en la cara del papa Juan Pablo II la abundancia de oro en el Vaticano, el que va a La Paz para defender el derecho boliviano a jugar en su ciudad que besa las nubes. el que simboliza la Italia sureña, pobre y olvidada. Acaso, el que conserva las marcas de la escasez acuñadas desde los primeros gritos en el Hospital Evita de Lanús y en las calles de barro y de barrio.
Ni necesidad tiene de meterse en esos líos, pero se involucra.
Se enfrenta y se expone a la tilinguería que le cuenta las costillas todo el tiempo y se escandaliza con falsa m a la espera de que el tipo sonría como prócer de estampita y se serene de una buena vez. No va a complacerlos. En estas horas renueva si incondicional veneración por el Che y se dej ver derramando cariño con el viejo Calica Ferrer.
Después pita largo un habano, habla de fútbol, se ensusiasma y mantiene la zurda lista, dispuesta para patear el próximo hormiguero.
Probablemente recuerde al mismo Ernesto Guevara cuando, en referencia a los moderados y a los que piden moderación dijo, justamente, que ese es el mote de los que "tienen miedo o piensan traicionar de alguna manera". A un lado y al otro de sus cambios de pensamiento, en esos dos fallidos a Diego nunca se lo podrá encontrar.
sábado, 22 de mayo de 2010
Viejo es el viento…
PUBLICADO EN TIEMPO ARGENTINO EL 22 DE MAYO DE 2010
¿Será el dolor en los gemelos cuando se endurecen?, ¿Quizá el bazo presionando como queriendo salirse?, ¿Tal vez la necesidad de dar todo lo que se tenga, conseguir un poco de oxigeno y llegar hasta el pase largo –“te la pedí corta, che”-? ¿O los sueños sin vencimiento de encontrarse un día sorteando escollos con la pelota obediente y definiendo en el último minuto? ¿Dónde habrá quedado escondida la clave que juramenta amor eterno a una camiseta que sólo visten amigos, que de tanto juntarse ahuyentando al tiempo se han puesto viejos?
Infaltable cita de honor en el club Huracán de San Justo a la siesta de los sábados y la nochecita de los miércoles, un grupo de compañeros se junta, quiere, respeta y protege desde hace 40 años, con la pelota como excusa. Juegan, que de eso se trata, aunque el menor de ellos pisa los 60 y el mayor bordea los 90. Concentran sus individualidades y emergen unificados en el nombre que ellos mismos glorifican: La Mesa 14.
“Muchas veces me pregunto qué es lo que llama la atención de lo que hacemos nosotros, no lo sé realmente, de lo que estoy seguro es de que esto es vivir”, asegura Jorge gallego López sentado en el patiecito que oficia de antesala a la cancha de once, donde el resto lo va rodeando en la larga y festejada previa de un partido cualquiera.
La única licencia que aceptaron a las reglas tradicionales del deporte, es la incorporación de un segundo árbitro. Acaso para que el esfuerzo se reparta entre dos, quizá por la tradición de apegarse a ciertas normas establecidas. Las propias se guardan bajo promesa de garantía de silencio y sólo trascienden unas pocas ante la evidencia del castigo. Es que cada asociado recibe un llavero distintivo y acepta respetar el pacto que contiene, aseveran, las bases que los mantienen unidos.
Compungidos, entonces, confiesan sin elevar la voz que debieron tomar medidas drásticas con quienes vulneraron el compromiso y, luego de jugar, se marcharon sin quedarse a tomar el vermú, falta considerada de las más graves y merecedora de expulsión.
Esas sangrías forzadas los afectan y, a pesar de ser casi 50 integrantes, extrañan a los que se fueron por no haber comprendido cómo son las cosas y, por caso, quebraron la prohibición de cercanía de mujeres. “Para evitar problemas”, explican, la única autorizada es Betty, la buffetera del club.
“No somos machistas, -aclara el gallego- simplemente la experiencia nos indicó que era mejor tener a nuestras esposas afuera de esto. Algunas son amigas entre sí, pero acá no las dejamos venir, ni las sumamos a nuestros viajes. Cuando lo intentamos, necesitamos de seis meses para arreglar líos que se habían generado en dos días. No, viejo. Mejor que las mujeres no vengan. Y si algún pollerudo tiene problemas, que se arregle él. Son nuestras reglas y el que integra la Mesa, el que se hace acreedor al llavero que lo identifica, debe aceptarlas”.
Cuatro décadas cimentando esos valores, esas formas, esas creencias. El calendario modificó apenas algunos detalles como dejar de jugar contra otros equipos, pues amparados en el concepto de veteranos, sus rivales los enfrentaban con mayoría de jugadores de alrededor de 40 años y comenzaron a perder seguido. Antes de tomar esa decisión enfrentaron a Boca y River y realizaron encuentros en muchos lugares del país y Uruguay. Despreciando contendientes, entonces, organizan excursiones para armar sus picaditos en el interior y pasarse un par de días a carcajada adolescente con tono de estudiantina. Es que el orgullo no se negocia. Jugar bien es una sentencia estampada a fuego que da un prestigio indudable hacia fuera y que vuelve para adentro como añoranza profunda. Seguir jugando, cuando el resto ya habla en pasado, supone ofrecer al riesgo los laureles cosechados. No obstante, tal vez quizá justifique todo y por eso reparten los dos juegos de camisetas entre sí. Azul y blanco para un lado, rojo y blanco para el otro. Todos con el 14 en el pecho y el 1 formado por el dibujo de una botella de vino.
¿60, 70, 80, 90 años? ¿Quién dice cuál es el límite? ¿El cuerpo que chilla?, ¿La familia que se preocupa?, ¿Quién? Ellos buscan goles sin obtener esa respuesta y firman la sentencia de que el sueño del pibe puede cumplirse cualquier día. Un gol que infle la red, el olor a linimento, el tac, tac, tac de los tapones a punto de acariciar el manto sagrado. El verde es más verde cuando se lo espía contando los minutos para meterse a jugar. Como siempre, como nunca. Como en Huracán de San Justo a la siesta de los sábados y la nochecita de los miércoles.
... Y todavía sopla
FAMOSOS
En la zona de San Justo son muy conocidos y lo eran aún antes de convertirse en la Mesa 14. En la época en que jugaban en el Ateneo Don Bosco organizaban picados los domingos para el que había que anotarse previamente. Jugaban, obviamente, los primeros 22 y entonces iba gente a las 3 de la mañana. Hasta tuvieron que hacer guardias ante ciertas trampas que descubrieron.
LA PASTILLA
“Una vez fui a un médico porque me sentía cansado, débil, y le pregunté: ¿no puede darme una pastilla? El doctor me respondió, `usted ya toma la pastilla´. Debe esta confundido, le respondí, porque no tomo ni una aspirina. Y ahí me pregunta, `¿usted no es de la Mesa 14?, bueno, ésa es la pastilla, vaya tranquilo´. No sé si es exactamente un ejemplo nuestra unión, pero estoy convencido de que a la juventud pueden interesarle ciertos valores que no siempre la televisión transmite”. Rubén Endrigo, quien dice que pasó los 70.
ENCONTRAR A PAPÁ
Ismael López es quien le pone palabras más certeras a un golpe que los afectó mucho, pero los revivió, también. “Cuando murió Horacio fue un mazazo muy fuerte. Durísimo. Tenía 52 años y ese día, contra Boca, había querido dirigir y no atajar. Terminó el primer tiempo y cayó fulminado en la cancha. A los pocos días vinieron sus dos hijos, de casi 30 años y nos dijeron: `muchachos, quédense tranquilos porque papá murió cómo y dónde quería: en la Mesa 14´. Después empezaron a venir, sobre todo uno de ellos y se quedaba a un costado, nos miraba cuando jugábamos al truco. Un día le pregunté qué hacía metido entre viejos y en el lugar donde se había muerto el padre. Me dijo, `vengo para saber cómo era mi viejo. Él era él acá´. Como era un gran jugador de truco creamos la Copa Horacio Damonte que entregamos al ganador del torneo que organizamos”.
¿Será el dolor en los gemelos cuando se endurecen?, ¿Quizá el bazo presionando como queriendo salirse?, ¿Tal vez la necesidad de dar todo lo que se tenga, conseguir un poco de oxigeno y llegar hasta el pase largo –“te la pedí corta, che”-? ¿O los sueños sin vencimiento de encontrarse un día sorteando escollos con la pelota obediente y definiendo en el último minuto? ¿Dónde habrá quedado escondida la clave que juramenta amor eterno a una camiseta que sólo visten amigos, que de tanto juntarse ahuyentando al tiempo se han puesto viejos?
Infaltable cita de honor en el club Huracán de San Justo a la siesta de los sábados y la nochecita de los miércoles, un grupo de compañeros se junta, quiere, respeta y protege desde hace 40 años, con la pelota como excusa. Juegan, que de eso se trata, aunque el menor de ellos pisa los 60 y el mayor bordea los 90. Concentran sus individualidades y emergen unificados en el nombre que ellos mismos glorifican: La Mesa 14.
“Muchas veces me pregunto qué es lo que llama la atención de lo que hacemos nosotros, no lo sé realmente, de lo que estoy seguro es de que esto es vivir”, asegura Jorge gallego López sentado en el patiecito que oficia de antesala a la cancha de once, donde el resto lo va rodeando en la larga y festejada previa de un partido cualquiera.
La única licencia que aceptaron a las reglas tradicionales del deporte, es la incorporación de un segundo árbitro. Acaso para que el esfuerzo se reparta entre dos, quizá por la tradición de apegarse a ciertas normas establecidas. Las propias se guardan bajo promesa de garantía de silencio y sólo trascienden unas pocas ante la evidencia del castigo. Es que cada asociado recibe un llavero distintivo y acepta respetar el pacto que contiene, aseveran, las bases que los mantienen unidos.
Compungidos, entonces, confiesan sin elevar la voz que debieron tomar medidas drásticas con quienes vulneraron el compromiso y, luego de jugar, se marcharon sin quedarse a tomar el vermú, falta considerada de las más graves y merecedora de expulsión.
Esas sangrías forzadas los afectan y, a pesar de ser casi 50 integrantes, extrañan a los que se fueron por no haber comprendido cómo son las cosas y, por caso, quebraron la prohibición de cercanía de mujeres. “Para evitar problemas”, explican, la única autorizada es Betty, la buffetera del club.
“No somos machistas, -aclara el gallego- simplemente la experiencia nos indicó que era mejor tener a nuestras esposas afuera de esto. Algunas son amigas entre sí, pero acá no las dejamos venir, ni las sumamos a nuestros viajes. Cuando lo intentamos, necesitamos de seis meses para arreglar líos que se habían generado en dos días. No, viejo. Mejor que las mujeres no vengan. Y si algún pollerudo tiene problemas, que se arregle él. Son nuestras reglas y el que integra la Mesa, el que se hace acreedor al llavero que lo identifica, debe aceptarlas”.
Cuatro décadas cimentando esos valores, esas formas, esas creencias. El calendario modificó apenas algunos detalles como dejar de jugar contra otros equipos, pues amparados en el concepto de veteranos, sus rivales los enfrentaban con mayoría de jugadores de alrededor de 40 años y comenzaron a perder seguido. Antes de tomar esa decisión enfrentaron a Boca y River y realizaron encuentros en muchos lugares del país y Uruguay. Despreciando contendientes, entonces, organizan excursiones para armar sus picaditos en el interior y pasarse un par de días a carcajada adolescente con tono de estudiantina. Es que el orgullo no se negocia. Jugar bien es una sentencia estampada a fuego que da un prestigio indudable hacia fuera y que vuelve para adentro como añoranza profunda. Seguir jugando, cuando el resto ya habla en pasado, supone ofrecer al riesgo los laureles cosechados. No obstante, tal vez quizá justifique todo y por eso reparten los dos juegos de camisetas entre sí. Azul y blanco para un lado, rojo y blanco para el otro. Todos con el 14 en el pecho y el 1 formado por el dibujo de una botella de vino.
¿60, 70, 80, 90 años? ¿Quién dice cuál es el límite? ¿El cuerpo que chilla?, ¿La familia que se preocupa?, ¿Quién? Ellos buscan goles sin obtener esa respuesta y firman la sentencia de que el sueño del pibe puede cumplirse cualquier día. Un gol que infle la red, el olor a linimento, el tac, tac, tac de los tapones a punto de acariciar el manto sagrado. El verde es más verde cuando se lo espía contando los minutos para meterse a jugar. Como siempre, como nunca. Como en Huracán de San Justo a la siesta de los sábados y la nochecita de los miércoles.
... Y todavía sopla
FAMOSOS
En la zona de San Justo son muy conocidos y lo eran aún antes de convertirse en la Mesa 14. En la época en que jugaban en el Ateneo Don Bosco organizaban picados los domingos para el que había que anotarse previamente. Jugaban, obviamente, los primeros 22 y entonces iba gente a las 3 de la mañana. Hasta tuvieron que hacer guardias ante ciertas trampas que descubrieron.
LA PASTILLA
“Una vez fui a un médico porque me sentía cansado, débil, y le pregunté: ¿no puede darme una pastilla? El doctor me respondió, `usted ya toma la pastilla´. Debe esta confundido, le respondí, porque no tomo ni una aspirina. Y ahí me pregunta, `¿usted no es de la Mesa 14?, bueno, ésa es la pastilla, vaya tranquilo´. No sé si es exactamente un ejemplo nuestra unión, pero estoy convencido de que a la juventud pueden interesarle ciertos valores que no siempre la televisión transmite”. Rubén Endrigo, quien dice que pasó los 70.
ENCONTRAR A PAPÁ
Ismael López es quien le pone palabras más certeras a un golpe que los afectó mucho, pero los revivió, también. “Cuando murió Horacio fue un mazazo muy fuerte. Durísimo. Tenía 52 años y ese día, contra Boca, había querido dirigir y no atajar. Terminó el primer tiempo y cayó fulminado en la cancha. A los pocos días vinieron sus dos hijos, de casi 30 años y nos dijeron: `muchachos, quédense tranquilos porque papá murió cómo y dónde quería: en la Mesa 14´. Después empezaron a venir, sobre todo uno de ellos y se quedaba a un costado, nos miraba cuando jugábamos al truco. Un día le pregunté qué hacía metido entre viejos y en el lugar donde se había muerto el padre. Me dijo, `vengo para saber cómo era mi viejo. Él era él acá´. Como era un gran jugador de truco creamos la Copa Horacio Damonte que entregamos al ganador del torneo que organizamos”.
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