sábado, 1 de julio de 2006

Alemania 2006 y las claves del fútbol que viene

Por DAMIÁN PUSSETTO

BERLIN, ALEMANIA (Enviado especial)

Bajando la cuesta, como en la canción que sabe entonar desde añares el catalán Joan Manuel Serrat, se observa el final de fiesta. Alemania 2006 apagó sus luces con rapidez mientras los últimos datos cosechados comienzan a teñir a los primeros de la ruta hacia Sudáfrica 2010. Lo que fue bien, lo que fue mal, lo que vendrá. El mundo pelotero celebra sus cónclaves cada cuatro años y la estela de éxitos y fracasos se vislumbra mucho más allá de lo que resisten la euforia y la tristeza.

Oficiando entonces de medida, de vara que luego servirá de marca a vencer o copiar, el torneo en tierras teutonas brindó un panorama acaso vital para entender el futuro. Por ejemplo, cabalgando un lugar cada vez más común, se escuchó a comunicadores y simpatizantes elevar sus quejas por la poca técnica exhibida. Al margen de papelones evidentes y errores infantiles, esta vez la táctica fue la que inclinó la balanza.

Sin embargo, el emparejamiento no implica que se juegue peor, sino que los mejores, tienen que esforzarse más. Y en ese terreno, justamente, los que supieron cambiar, los que se adaptaron, incluso dentro de un mismo partido, fueron los que sacaron ventajas.

La vieja buena nueva

Quizá la mejor paradoja sea que la novedad data ya de 1974, cuando Holanda mostró que era posible no ser rígido. El 4-3-1-2 de Argentina, al 4-4-2 de Italia, pasando por el 4-1-4-1 inglés, el más cauteloso 4-2-3-1 de Francia y Portugal, o el tradicional 4-2-2-2 de Brasil, fueron los esquemas predilectos. Los que se modificaron por momentos salieron a flote y los que no, se quedaron, aun antes de lo previsto.

Holanda volvió a marcar caminos con su 3-4-3, que se transforma en 3-5-2, 5-3-2 o 4-5-1, según la circunstancia. Es la táctica la que desnivela y rompe con la paridad técnica, a falta de un superdotado que no apareció por Alemania, donde se contó apenas con el presente de Zinedine Zidane, que se despidió. Las jóvenes estrellas que se esperaban, casi no estuvieron.

El campeón Italia, la escuadra de Marcello Lippi que pocos tenían en cuenta y FÚTBOL MUNDIAL proponía como candidata en su edición de junio, dio la muestra más acabada de ello. Inventores y cultores del catennaccio, con una férrea defensa que le permitió recibir solamente dos goles, no dudó en reinventarse frente a Alemania y terminar el pleito con cuatro delanteros en cancha. Un golpe de timón y el 4-4-2 pasó a ser 2-4-4, con volantes que cumplieron la doble función de atacar y defender casi con igual destreza.

Los azzurri saben mucho de arreglarse con lo que se tiene y exhiben con orgullo sus cuatro estrellas. En medio del escándalo de escuchas telefónicas que denuncian manejos oscuros en el calcio italiano, que derivó en un proceso llamado “piedi puliti” , hallaron el modo de que la flaqueza se convierta en fortaleza, la vieja receta, y fueron imbatibles.

Mucho le debe al coraje de su técnico, que se jugó por marcadores como Fabio Grosso, de exigua experiencia, pero que le garantizaron marca y proyección en ataque. Si bien los penales le dieron la copa, ningún equipo lo vapuleó y Estados Unidos, solamente, se suma a Francia en el lote de los que lo tuvieron contra las cuerdas... pero no lo tumbaron. Ghana, República Checa, Australia, Ucrania y Alemania cayeron con justicia.

Y si es normal que los primeros marquen rumbos, habrá que acostumbrarse a ver en el futuro a equipos que traten de imitar el juego itálico. Es que descubierto el prejuicio que lleva a pensar que solamente se defienden y juegan sin brillo, se aprecia un conjunto que pasa de posición defensiva a ofensiva con rapidez y fluidez gracias a las diversas funciones que tienen sus jugadores.

Más allá, entonces, de poner cuatro o tres defensores, el debate se centrará en qué harán, hasta dónde irán y con qué frecuencia atravesarán la mitad de la cancha. Y el mismo razonamiento para los volantes; que si son cinco, tres o dos, se puede ser agresivo o timorato, según se disponga.

Sudamérica en falta

Los dos grandes de la región llenaron sus pañuelos de lágrimas por partir antes de lo que sus palmarés indican. Confiaron en la sabiduría de sus pies, tal vez solamente en eso, y se quedaron sin nada.

Brasil fue un estruendo al caer frente a Francia. Desperdició su talento, como en otras ocasiones, empecinado en esperar que sus figuras desnivelen y ya. Sólo eso. Un andar cansino, casi exasperante, que tuvo también en Argentina a su fiel reflejo. Los gauchos explicaron cómo es eso de que se contundentes la tarde que todo salió bien. Le patearon ocho veces al arco a Serbia y Montenegro y lo derrotaron 6 a 0. Brillante, espectacular, claro que casi no alcanza para superar a México y envía a los penales frente al dueño de casa que con un pobre equipo pasa el escollo.

Cuatro en defensa, tres en el medio, un enganche, dos de punta, José Pekerman podrá decir, al tiempo con Carlos Alberto Parreira y su cuatro, dos, dos, dos, que no alteró sus ideas. Pero no le sirvió a ninguno de los dos y sus movimientos parecieron extractados de escenas fílmicas de décadas anteriores. Toques intrascendentes que determinan el monopolio de la pelota por mucho más tiempo que el rival y, a pesar de eso, no implica una victoria.

Adoradores de los jugadores técnicos, dieron por sentado que nadie descubriría su reiterados agujeros tácticos, pero la especulación no dio resultados. Ni los astros mostraron la superioridad que anunciaban. Aunque al pobre Leonel Messi lo dejaron sentado casi como tejiendo cuan Penélope.

Ecuador, pasando la primera rueda y Paraguay, quedándose en la puerta, cerraron el balance subcontinental con más sombras que luces. En el resto de América, México llegó hasta octavos de final, firmando un currículum superior a Estados Unidos, Trinidad y Tobago y Costa Rica. Lo de África, con Ghana, Togo, Costa de Marfil, Angola y Túnez, directamente fue un fracaso. Asia y Oceanía decoraron un pastel con gusto europeo.

En tal sentido, el desafío planteado es acercar las distancias con quienes tienen supremacía. La Europa exultante se ganó los primeros lugares y aunque también anotó fracasos como los de República Checa, Alemania o España, en general se situó por encima, cimentando triunfos desde las determinaciones adoptadas por los hábiles entrenadores.

Cambia... pero no tanto

Del mismo modo que en términos futbolísticos los mundiales marcan tendencias, FIFA quiso dar un mensaje claro que borrase la gran cantidad de bochornos perpetrados en Japón-Corea en el terreno arbitral. Y fue enviado con justeza.

Jueces rápidos, atléticos, rígidos e inflexibles ante la violencia. Esta vez el menú incluyó la recomendación de que es más tolerable un error por exceso que una omisión. Y allí sí Sudamérica quedó muy bien parada. El argentino Horacio Elizondo dirigiendo el partido inaugural, la final y otros tres más y el uruguayo Jorge Larrionda con desempeños bien calificados en encuentros complicados, se subieron a la cima sin cuestionamientos.

Lo de Elizondo es llamativo y marca un hito para el arbitraje de toda la región. Nunca nadie llegó tan lejos ni se destacó tanto. Los dirigentes, avalando incluso las decisiones drásticas que debió tomar como expulsar a Zidane, utilizaron su trabajo para mostrar qué arbitraje se pretende. Sirvió de modelo y no se arriba fácilmente a ese pedestal.

Pero si el objetivo es castigar a los violentos con firmeza, luego, en los escritorios, los dueños del circo ensombrecieron el panorama. El brutal codazo de Daniele de Rossi mereció cuatro partidos de sanción, sin embargo, un puñetazo de Trosten Frings, apenas uno. Los locales, sin recibir escandalosos favores de otras épocas, también tuvieron ese tipo de ventajas, contradictorias con el aplauso y apoyo que recibió el “estilo Elizondo”, como ya se califica a esa manera de juzgar.

La fiesta

Mientras el negocio crece y todavía se hacen cuentas para establecer cuánto de ganancia ha quedado en las arcas, el juego de la guerra enmarcado deportivamente, ha delineado sus contornos definitivos. Los mundiales de la posmodernidad, esos que paralizan a la humanidad toda, tienen que garantizar un crisol de razas en armónica convivencia y eso debe comenzar a cumplirse dentro de los campos de juego.

Afuera, en la fiesta continua de tribunas y calles, millones pueden gritar Deutschland hasta la afonía, sin que nadie les endilgue -por primera vez desde la 2ª Guerra Mundial- que se trata de una desproporción cercana al nazismo; o, en frente, otros tantos responder “mangia te la pizza”, en un festejo tan grande como la desazón de los otros. Sudáfrica se avizora como una inmejorable plataforma desde la que podrá mostrarse más de eso. En buenahora.

lunes, 1 de agosto de 2005

La sangría del fútbol argentino

Por DAMIÁN PUSSETTO

Especial para FÚTBOL MUNDIAL


Como una escena certera, la imagen refleja con precisión una realidad que atraviesa al fútbol argentino. El 5 de julio de 2003 Sergio Leonel Agüero saltó a la cancha a defender los colores de Independiente con apenas 15 años, 1 mes y 3 días contados, faltaba muy poco para que Carlos Fernando Navarro Montoya, con 39 velas sopladas y un debut en Primera División registrado aún antes de que el delantero estrella hubiese nacido, se convirtiese en su compañero. La temporada futbolística que acaba de iniciarse a mitad de 2005 los encuentra a uno ya campeón del mundo Sub-20 y afirmado como titular y al otro, todavía dando batalla, ahora en Gimnasia y Esgrima La Plata.

Por estos pagos se marcha a la cabeza de una tendencia que se aprecia en casi todos los países de la región. Seducidos por los billetes que sobran en otras latitudes y buscando oxígeno para sus asfixiadas economías, los clubes exportan talento en forma de jugadores moldeados e importan a los que ya hicieron su experiencia en el extranjero. Los huecos libres, entonces, se cubren con pibes cada vez más pibes conformando un menú que mezcla a los que son prácticamente niños con los maduros. Y si en la actividad doméstica representa una desventaja, acaso los cinco campeonatos mundiales juveniles muestren la cara oculta de la moneda, pues al talento natural puede sumarse experiencia en Primera frente a combinados que se arman con jóvenes que cursan inferiores. Allí la diferencia es decisiva. Aquí el juego se empobrece.

Kun Agüero, hasta su apodo es de niño pues le pertenece a un dibujo animado japonés, ya tiene pronóstico de venta rápida y el 25 por ciento de su pase pertenece a un grupo empresario que pagó 70.000 dólares a modo de reserva. La primera oferta que se escuchó fue de 15 millones de euros que sonaron a poco en Avellaneda y se resolvió retenerlo. Pronto se irá, prolongando una lista que inauguró Julio Libonatti en 1925 cuando dejó a Newell´s para ir al Torino de Italia.

La corriente migratoria parece incrementarse en el tiempo y en apenas una década, las instituciones argentinas transfirieron por 700 millones de dólares. Cifra que llamó la atención en las oficinas de la AFIP al contrastar los datos con lo que finalmente se ingresó en las arcas del Estado. No se avanzó demasiado en ese punto, aunque algunas maniobras de triangulación utilizando el Uruguay como pantalla fueron puestas al descubierto. Además, en la legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se presentó un proyecto de ley para gravar con un 2,5 % más a los pases al exterior y tributar esos aportes al tesoro comunal.

Volviendo a las fuentes

Dineros al margen, la práctica determina que al partir jugadores de entre 23 y 29 años, son los más tiernos quienes los reemplazan y los veteranos los que compensan, o intentan hacerlo.

El esquema se potenció a comienzo de 2005 cuando veintiocho jugadores retornaron al país, entre los que se destacan los mundialistas Diego Simeone y José Chamot. Boca Juniors señala claros ejemplos. Rescató en poco lapso a Martín Palermo, Marcelo Delgado y Christian Traverso, entre otros, y se desprendió de Juan Riquelme, Carlos Tévez y Sebastián Battaglia, ahora repatriado.

Frente al Apertura 2005, San Lorenzo –como ejemplo- le dijo adiós a Pablo Zabaleta y busca compensar con los treinteañeros José Cardozo y Paolo Montero. River le abrió la puerta al joven Javier Mascherano (21), por caso, cuando hizo lo propio con Daniel Passarella para que se consagrase en Fiorentina e Inter, el Kaiser ya contaba 27 años.

El futbolista argentino es casi una marca registrada en el mundo. Un breve repaso de un puñado de ligas sirve para entender que la participación en muchísimos lugares es elevada. Una treintena en España, 17 en Italia, 6 en Francia, 4 en Inglaterra, 9 en Portugal, 8 en Alemania, 8 en Rusia, 2 en Grecia, 5 en Brasil y 34 en México, marcan fielmente que oferta y demanda transitan por un camino permanente.

Sin embargo, el fenómeno no es exclusivo de Argentina. Uruguay, por caso, tiene 3 jugadores en Alemania, 20 en España, 2 en Austria, Brasil y Bélgica, 5 en China, 3 en Colombia, 28 en Italia, 38 en México y 2 en Portugal.

Y en el país, también se repite el mismo contexto que se da del otro lado del Río de la Plata. Peñarol cuenta en su plantel a varios experimentados como Néstor Gabriel Cedrés (35), Marcelo Tejera (32) y Fabián Césaro (32). Ellos comparten el equipo con muchos jóvenes, justamente, siete tienen entre 20 y 22 años.

Una situación similar se observa en Nacional, donde el plantel que acaba de consagrarse campeón se integró con Gustavo Méndez (34), Gabriel Alvez (30) y Sebastián Abreu (28) que elevaron el promedio de edad a 26.

Chile exporta menos, pero los números que presentan dos planteles tomados como muestra son evidentes. Tanto en Colo-Colo como en Universidad de Chile, la mitad de los profesionales cuenta entre 18 y 23 años y en la U participan cinco de más de 30 años, entre ellos, el rescatado Marcelo Salas.

El campeón absoluto 2004 en Paraguay, Cerro Porteño, afrontó en la primera mitad de 2005 la Copa Libertadores y el torneo local con catorce jugadores de entre 20 y 22 años. Bolívar, el actual líder del torneo boliviano, ostenta a ocho entre 34 y 35.

Colombia tampoco escapa de esa lógica. Mauricio Chicho Serna marca el rumbo con 37 años en Atlético Nacional de Medellín, donde convive con el arquerito David Ospina Ramírez de apenas 16. De treinta jugadores, dieciséis no llegan a 23 años.

Extremos que se tocan

La merma de deportistas de edad mediana (de 23 a 29 años) fuerza a armar equipos con extremos que son evidentes. Mientras los que en teoría ostentan mejores condiciones realizan sus proezas en lugares donde se obtienen más ganancias, algunos vuelven para cerrar sus carreras en los clubes que los vieron nacer y otros, paradójicamente, empiezan a dar sus primeros pasos.

Un inexperimentado Vélez Sarsfield dejó escurrir de sus manos la chance de pelear por el título Apertura en el final de 2004 y, más afirmado, llegó a la cima seis meses después. Errores de esos que se cometen y de los que luego se aprende lo apartaron de la lucha en la última fecha de entonces. El título fue para Newell´s, que repatrió a Rubén Capria (35), Ariel Ortega (31) y Juan Esnaider (32) y promovió a Iván Borghello (20), Fernando Belluschi (20) e Ignacio Scocco (18).

El debate que se instaló y perdura tras la consagración del equipo rosarino tuvo que ver con la dudosa calidad del juego. Acaso buena parte de la respuesta esté dada tanto en la necesidad de apurar apariciones de jugadores excesivamente jóvenes como en la que obliga a sembrar el campo de experimentados para equilibrar un poco la balanza. La mezcla consigue seguridad aunque el talento no sobra. Más bien escasea.

Brasil, la excepción

El principal exportador de la región, por cantidad y calidad, es la excepción a la tendencia. Aproximadamente 600 futbolistas brasileños juegan fuera del país, sólo en Italia hay 50. Vende más y cobra mejor, no obstante, en su fútbol doméstico no se encuentran grandes diferencias de edad en los conjuntos.

Santos es un modelo que se repite. Si bien tiene a dieciséis valores entre 17 y 23 años, solamente tres del resto superan los 30. El equilibrio se da con mayor naturalidad. La clase indudable de los brasileños, se agrega a la mayor población y mejores posibilidades y eso arroja como resultado que la necesidad de tapar agujeros que quedan tras la salida de figuras no sea tan traumática.

En definitiva, Sudamérica todavía puede sentirse con sobrados fundamentos como uno de los principales abastecedores de futbolistas de primer nivel para todo el mundo. Mientras tanto, como un efecto no deseado, en cada país del continente los simpatizantes se ven condenados a mirar a sus ídolos en el transcurso de sus años dorados solamente por televisión. Para los dueños de casa queda reservado el inicio –en plena juventud muy cercana a la niñez- o el final –tras haber gastado buena parte de los cartuchos-.