domingo, 25 de julio de 2010

Mensajeros de la nada

PUBLICADO EL 25 DE JULIO DE 2010 EN TIEMPO ARGENTINO

Eficientes propaladores de zonceras de lo más ramplonas, escribas y parlanchines se regodean a gusto con los detalles de la pavada. Celosos custodios de cuanta nadería pueda garantizar el vacío, relatan con impostado desvelo y aires de sesuda disquisición cualquier cosa que oficie de primicia. Evitan, claro, las molestas palabras. Ensalzan, obvio, las conclusiones perversas.
“¡Diego habló por teléfono!”, se dice a las apuradas, cortando letras entre el aire que se escapa exaltado. Se describen los pormenores, se elucubran razonamientos, se aventuran futuros hipotéticos. “El crack sonrió, tosió, caminó, se ató los cordones…” La vida misma parece formar parte del relato continuo.
Después se sube a un avión y se baja en Venezuela. Entonces, por las dudas, transitando caminos confortables, a las narraciones se les caen las incomodidades en profundos pozos de invisibilidad. Si el tipo insiste en andar pateando hormigueros y se le ocurre declararse amigo de “Hugo Chávez y de Fidel” y agrega que “lo ama”, mejor dejar lo primero solamente, ante la evidencia de que en la foto aparece, y al otro… al otro evitarlo sin más trámite. No se lo menciona, no se reproduce el momento en que lo dijo. Pasó y listo, pensarán en una exhalación, aunque días después se anuncie que irá a Cuba, sin avanzar más allá de esa escasa novedad y aventurando posibilidades de partidos amistosos, que por supuesto, no se jugarán nunca.
Acuerdos tácitos garantizan vulgares disimulos, torpes consideraciones. Resulta ser, propalan, que el hombre se fue hasta allá, al ladito del caribe, para ver si le ofrecían el cargo de director técnico de la selección y, de paso, se hizo un tiempito para atender algún que otro llamadito por una tercera alternativa.
En rigor de verdad, la propuesta que oyó realmente fue la de ser el impulsor de que estudiantes argentinos viajen para formarse en Educación Física en la Universidad Iberoamericana del Deporte, donde, además, presenció la primera graduación de alumnos de la institución.
No obstante, la vocinglería tapa y llena los huecos con sentencias que buscan aplausos. A la vez que lo cuentan pidiendo trabajo en otras tierras, aseguran que “el principal sostén para que siga en la Selección argentina es del gobierno nacional”. Punto… y coma… y a esconderse, que siempre se embroma el mismo.
No es el patético pulpo de los vaticinios al que hicieron famoso tontamente durante el Mundial el que sangra con los mensajes de un ejército de correveidiles, sino el de pesados tentáculos mediáticos, con ciertos faltantes en los bolsillos desde que le arrancaron lo que no era propio. Es que ahora, recién ahora, justo ahora, juegan sus soldaditos a descubrir enturbiadas aguas en el mundo pelotero y, con aura de garganta profunda venido a menos, cantan la “posta”, fingiendo ser corajudos.
Presurosos se los ve correr a pasar el dato que se celebre donde se reparten los premios. El negoción de la pelota siempre brinda alternativas de mandados bien regados. Puede intervenirse, por caso, en el forcejeo entre la superestrella y sus dineros, los que deben soltarlos y el muchachito de renovada imagen lampiña, que pretende juntar agua en molinos a los que ya no se los considera suyos, de tan secos que le van quedando los actuales. Interna xeneize de tres lados. Millones, intriga, política, traición y efusión. Palo y a la bolsa, ganancia neta para el recitado estéril.
Ni una sola frase conmueve, cuenta, revela, rebela, sirve, descubre. El periodismo deportivo –si es que existiera esa calificación– se otorga para sí una especie de salvoconducto de frivolidad que le permite navegar en las trivialidades sin pedir disculpas por eso.
Sin embargo, las compañías mediáticas empaquetan sin distingos a la prensa en general con moños decorosos que la travisten con ropaje insípido para ofertarse mejor. Sabido es que el periodismo occidental, que se instituyó con el impulso del movimiento intelectual predominante en el siglo XVIII –la Ilustración– fue modificando sus intereses hasta dejar de promover el debate de ideas, apartándose de la dimensión del hombre como ciudadano, para acentuar su preocupación en satisfacer las necesidades de él como consumidor. Los medios masivos de comunicación, devenidos en grandes empresas, le ceden cada vez mayor espacio a la publicación de acontecimientos en detrimento de sus bases: la opinión y la expresión de ideas. El sociólogo japonés Yoneji Masuda lo describió en 1980 con el concepto de “sociedad de la información”, como la etapa que prosigue a la “postindustrial” y en la que aquella está en el centro de las necesidades, excediendo en importancia como producto a los ya existentes.
Mientras tanto, las olas del mar insulso de exclusivas nimias amenazan con taparlo todo. Pero no. Miguel sigue corriendo la carrera de la memoria en el Chaco y el paso veloz y constante de quienes lo acompañan certificando su presencia inmortal, vence la chatura y hace espacio para la vida. Está ahí, derrotando a los sicarios de antes y de siempre.

domingo, 4 de julio de 2010

Positivo

PUBLICADO EN TIEMPO ARGENTINO EL 4 DE JULIO DE 2010
Armó un equipo auténticamente dieguiesta y firmó el regreso que va siendo habitual para la Selección. La ausencia de empates en todo su ciclo es la evidencia más elocuente de su idea, de su estirpe, de la opción más noble de tomar riesgos y asumir el compromiso de ir al frente. La trompada es demoledora, como lo fue el 6-1 en La Paz o la cornisa que se transitó en las Eliminatorias. A matar o morir fue siempre, y acaso eso sea la cosecha más valiosa.
En noviembre de 2008 Maradona tomó un equipo que deambulaba por Sudamérica buscando su forma y cierra las cuentas de esta etapa con un tremendo golpe, pero habiendo deslumbrado antes.
El análisis, el balance y la evaluación final no debe sacarse a partir de la última foto. Quedándose acá o habiendo sido campeón, es indudable que se marcó un camino acorde a la historia y se transitó con nobleza y gallardía.
Y anotó varias perlas. A saber: consolidó al arquero Sergio Romero, antes convocado como tercero en algunas ocasiones; incluyó a Gonzalo Higuaín, casi prohibido; se animó con Mario Bolatti y Javier Pastore, que ni aparecían como probables en lista alguna; acertó en la preparación previa al Mundial con el plan de menor desgaste y afianzamiento del grupo; encontró spre los cambios, tuvo razón en la rotación; hizo jugar bien a Lionel Messi y, fundamentalmente, le dio alma e identidad a un conjunt que recordó la esperanza.
Argentina encandiló con su fútbol hasta ayer, recibiendo elogios de Arrigo Sacchi, Johan Cruyff y tantos otros. Y enamoró con su entrega, su solidaridad y sus abrazos, sumando hinchas en Italia, Bangladesh, Cuba y donde fuese.
Quizá el barco naufragó de tan pesado que se hizo el viaje, con tanto vernáculo panqueque arribista que, claro, ya se apura para bajarse. Queda lejos en la memoria el inicio tumultuoso en el que ni siquiera pudo armar su equipo de colaboradres, con la negativa a incorporar a Oscar Ruggeri y la impón de Carlos ilardo como una especie de adlater vigilador, controlador y dueño de tácticas poderosas.
Acaso los mismos argumentos que se esgrimieron por estos días para observar que era "otro" Diego el que andaba por Sudáfrica -más prolijito, claro- hayan sido los que se creyeron razonables para desconfiar, para volver a contarle las costillas, como antes, como siempre.
Pero el tipo ya nació y se murió mil veces. Rendido, con un hilito de voz confiesa que quiere irse. ¿Quién sabe? En algún lugar, rodeado de piratas que esquivará uno por uno, con las piernas cortadas o enteras, el barrilete cósmico volverá a andar por las nubes certificando aquello de que "nada, nunca, nadie"... Y será cierto otra vez.  

viernes, 2 de julio de 2010

Apenas un hombre

PUBLICADO EN TIEMPO ARGENTINO EL 2 DE JULIO DE 2010

NEGRO JEFE. Obdulio Varela, el símbolo de un Uruguay glorioso, vivió escapándose de los homenajes y aferrado a su sencillez. No quiso ser ejemplo de nada y, tal vez por eso, su impronta vuelve a aparecer tras cada triunfo Celeste.

En tiempos en los que Uruguay anda por el mundo reencontrándose con sus letras, reaparecen inevitables aquellas estampas sepias, acaso enmohecidas, tal vez desdibujadas. Los olímpicos del ’24 y el ’28, primero, los mundialistas del ’30 y del ’50, después, escribieron para la eternidad la palabra campeón al lado de la del paisito, y así corrieron los años, justificando escasez frente a los más grandes. El destello, inalterable, proyectó formas memorables en épicas batallas con cuantiosos héroes y uno, sólo uno, se elevó enorme sobre el resto hasta ocupar su lugar en el paraíso. Obdulio Jacinto Varela, el Negro Jefe, el crack, la inspiración, la quimera a alcanzar. El gran capitán que vivió y se fue escapando de esos honores. Cuanto más huía, más se entronizaba…más se convertía ya no sólo en el prócer, acaso en el Uruguay mismo.

La tarde ilustre en que se torció la historia es bien conocida. El 16 de julio de 1950 Brasil salió a coronarse campeón en un Maracaná con casi 200 mil espectadores. Le alcanzaba un empate, pues se había resuelto definir la Copa en un cuadrangular de todos contra todos, pero fue victoria Celeste, que dio vuelta el 0 a 1 y convirtió en el 2 a 1 más fabuloso y sorprendente jamás visto. Ese día nació la leyenda del Negro. Tras el gol local, con casi 33 años de edad y como mil de sabiduría, tomó la pelota con la mano para llevarla hasta el medio y reponer. Lo hizo caminando lento, bien lento, y hablando con sus compañeros. Y encontró la síntesis: “los de afuera son de palo”, les dijo y se fueron a hacer lo imposible. A la noche, Obdulio se marchó donde siempre, a refugiarse en su corazón, a contestar con su dignidad, a rechazar oropeles.
"Mi concepto de patria se basaba en la alegría de la gente humilde, que es la que más felicidad alcanza con un simple partido de fútbol. Por eso estaba feliz, pero empecé a ver a mi alrededor y lo que vi no me gustó. Los dirigentes comenzaban a subirse al carro, a organizar una celebración, y se me pudrió la cabeza. Llegó la noche, agarré unos pesos y me fui a caminar por las calles de Río. No quería esos festejos llenos de hipocresía. Me metí en una cantina, pedí una caipirinha. ¡Cómo dolía esa tristeza ajena! Me quedé tomando toda la noche con los que se fueron acercando. Me agarré una curda de padre y señor nuestro y me sentí bien. Hice algo necesario, que les debía a los brasileños.”
Se corrió de las luces y hasta se ocultó en el regreso triunfal a Montevideo. Antes de embarcarse, le mandó un telegrama a Catalina, su mujer: “No vayas al aeropuerto. No mandes a los niños. Quedate a esperarme”. Viajó de impermeable prestado, con solapas levantadas y un sombrero que enterró hasta los ojos. En Carrasco no lo vieron y se fue a deambular y perder horas que cansaran a sus vecinos hasta que depusieran la idea de homenajearlo. De madrugada llegó a su casa, saludó y se fue a dormir.
Ante el éxtasis de la consagración, el centrojás eligió ponerse al margen y se mantuvo inalterable.
Después confesó: “Nunca logré entender qué era eso de la gloria, la leyenda, el mito, tantas cosas que se han dicho. Al revés, me molesta todo eso. No me interesa. Conozco muchos casos de muchachos que creyeron que tocaban el cielo con las manos, que eran importantes, insustituibles… y después se les vino el mundo al suelo. Les faltó calle, o les faltó humildad”.
El reconocimiento que cobró el plantel de la hazaña fue un puñado de monedas, que los veinte años -¡veinte años!- de demora en pagarlas habían desvalorizado. Varela solía repetir que nació “antes” en referencia a que recién cuando dejó de jugar comenzó a circular más dinero en el fútbol. Su fiereza para negociar los contratos, tanto como los premios de todos los planteles que integró, lo hicieron una persona temida por los dirigentes. Cierta vez quisieron darle el doble que a sus compañeros y, no sólo que se negó, sino que exigió que le aumentaran esa suma a cada jugador.
Jugó en Deportivo Juventud y en Wanderers, antes de pasar a Peñarol, con el que ganó seis campeonatos. Nunca acuñó fortunas. Encima, en una ocasión perdió los ahorros de un largo período, quemados detrás del horno. Un escondite poco eficaz.
Nació pobre en el barrio de La Teja y eso lo obligó a lustrar zapatos y vender diarios para llenar el plato siendo niño. En ese entonces se le borró el apellido paterno, Muiños, para ser Varela
solamente. De ahí en más se plantó en el medio de la cancha y de la vida. Se negó a vestir publicidad en su camiseta, encabezó huelgas solidarias.
Justamente, el escritor Eduardo Galeano escribió sobre él respecto del extenso paro del ’48, que pudo mantenerse por su firmeza. “Mucho los ayudó el ejemplo de un hombre de frente alta y pocas palabras, que se crecía en el castigo, levantaba a los caídos y empujaba a los cansados: Obdulio Varela, negro, casi analfabeto, jugador de fútbol y peón de albañil”, dijo el poeta. Poco después de que su Catalina de toda la vida bajara los brazos, se dejó vencer por el asma y la tristeza en 1996 y antes de cumplir 79 años, murió tan lejos del bronce como se lo había propuesto.
El final del libroObdulio. Desde el alma, publicado en 1993 por el periodista Antonio Pippo, refleja un diálogo en el que ambos, autor y protagonista, encuentran las palabras exactas con excepcional lucidez para describir al símbolo.
–Acá me encierro y escucho a Gardel. Me dedico a esperar lo inevitable, ¿se da cuenta? A veces miro alrededor y me pregunto qué fue lo que pasó, qué es lo que hay acá realmente. Quién fui y quién soy… Usted, por ejemplo, buscaba un padre ¿no? Le diría que se tomó mucho trabajo al santo botón, porque, ¿qué es lo que ve aquí?
–Apenas un hombre. Y cariño. Cariño por todas partes.