lunes, 1 de agosto de 2005

La sangría del fútbol argentino

Por DAMIÁN PUSSETTO

Especial para FÚTBOL MUNDIAL


Como una escena certera, la imagen refleja con precisión una realidad que atraviesa al fútbol argentino. El 5 de julio de 2003 Sergio Leonel Agüero saltó a la cancha a defender los colores de Independiente con apenas 15 años, 1 mes y 3 días contados, faltaba muy poco para que Carlos Fernando Navarro Montoya, con 39 velas sopladas y un debut en Primera División registrado aún antes de que el delantero estrella hubiese nacido, se convirtiese en su compañero. La temporada futbolística que acaba de iniciarse a mitad de 2005 los encuentra a uno ya campeón del mundo Sub-20 y afirmado como titular y al otro, todavía dando batalla, ahora en Gimnasia y Esgrima La Plata.

Por estos pagos se marcha a la cabeza de una tendencia que se aprecia en casi todos los países de la región. Seducidos por los billetes que sobran en otras latitudes y buscando oxígeno para sus asfixiadas economías, los clubes exportan talento en forma de jugadores moldeados e importan a los que ya hicieron su experiencia en el extranjero. Los huecos libres, entonces, se cubren con pibes cada vez más pibes conformando un menú que mezcla a los que son prácticamente niños con los maduros. Y si en la actividad doméstica representa una desventaja, acaso los cinco campeonatos mundiales juveniles muestren la cara oculta de la moneda, pues al talento natural puede sumarse experiencia en Primera frente a combinados que se arman con jóvenes que cursan inferiores. Allí la diferencia es decisiva. Aquí el juego se empobrece.

Kun Agüero, hasta su apodo es de niño pues le pertenece a un dibujo animado japonés, ya tiene pronóstico de venta rápida y el 25 por ciento de su pase pertenece a un grupo empresario que pagó 70.000 dólares a modo de reserva. La primera oferta que se escuchó fue de 15 millones de euros que sonaron a poco en Avellaneda y se resolvió retenerlo. Pronto se irá, prolongando una lista que inauguró Julio Libonatti en 1925 cuando dejó a Newell´s para ir al Torino de Italia.

La corriente migratoria parece incrementarse en el tiempo y en apenas una década, las instituciones argentinas transfirieron por 700 millones de dólares. Cifra que llamó la atención en las oficinas de la AFIP al contrastar los datos con lo que finalmente se ingresó en las arcas del Estado. No se avanzó demasiado en ese punto, aunque algunas maniobras de triangulación utilizando el Uruguay como pantalla fueron puestas al descubierto. Además, en la legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se presentó un proyecto de ley para gravar con un 2,5 % más a los pases al exterior y tributar esos aportes al tesoro comunal.

Volviendo a las fuentes

Dineros al margen, la práctica determina que al partir jugadores de entre 23 y 29 años, son los más tiernos quienes los reemplazan y los veteranos los que compensan, o intentan hacerlo.

El esquema se potenció a comienzo de 2005 cuando veintiocho jugadores retornaron al país, entre los que se destacan los mundialistas Diego Simeone y José Chamot. Boca Juniors señala claros ejemplos. Rescató en poco lapso a Martín Palermo, Marcelo Delgado y Christian Traverso, entre otros, y se desprendió de Juan Riquelme, Carlos Tévez y Sebastián Battaglia, ahora repatriado.

Frente al Apertura 2005, San Lorenzo –como ejemplo- le dijo adiós a Pablo Zabaleta y busca compensar con los treinteañeros José Cardozo y Paolo Montero. River le abrió la puerta al joven Javier Mascherano (21), por caso, cuando hizo lo propio con Daniel Passarella para que se consagrase en Fiorentina e Inter, el Kaiser ya contaba 27 años.

El futbolista argentino es casi una marca registrada en el mundo. Un breve repaso de un puñado de ligas sirve para entender que la participación en muchísimos lugares es elevada. Una treintena en España, 17 en Italia, 6 en Francia, 4 en Inglaterra, 9 en Portugal, 8 en Alemania, 8 en Rusia, 2 en Grecia, 5 en Brasil y 34 en México, marcan fielmente que oferta y demanda transitan por un camino permanente.

Sin embargo, el fenómeno no es exclusivo de Argentina. Uruguay, por caso, tiene 3 jugadores en Alemania, 20 en España, 2 en Austria, Brasil y Bélgica, 5 en China, 3 en Colombia, 28 en Italia, 38 en México y 2 en Portugal.

Y en el país, también se repite el mismo contexto que se da del otro lado del Río de la Plata. Peñarol cuenta en su plantel a varios experimentados como Néstor Gabriel Cedrés (35), Marcelo Tejera (32) y Fabián Césaro (32). Ellos comparten el equipo con muchos jóvenes, justamente, siete tienen entre 20 y 22 años.

Una situación similar se observa en Nacional, donde el plantel que acaba de consagrarse campeón se integró con Gustavo Méndez (34), Gabriel Alvez (30) y Sebastián Abreu (28) que elevaron el promedio de edad a 26.

Chile exporta menos, pero los números que presentan dos planteles tomados como muestra son evidentes. Tanto en Colo-Colo como en Universidad de Chile, la mitad de los profesionales cuenta entre 18 y 23 años y en la U participan cinco de más de 30 años, entre ellos, el rescatado Marcelo Salas.

El campeón absoluto 2004 en Paraguay, Cerro Porteño, afrontó en la primera mitad de 2005 la Copa Libertadores y el torneo local con catorce jugadores de entre 20 y 22 años. Bolívar, el actual líder del torneo boliviano, ostenta a ocho entre 34 y 35.

Colombia tampoco escapa de esa lógica. Mauricio Chicho Serna marca el rumbo con 37 años en Atlético Nacional de Medellín, donde convive con el arquerito David Ospina Ramírez de apenas 16. De treinta jugadores, dieciséis no llegan a 23 años.

Extremos que se tocan

La merma de deportistas de edad mediana (de 23 a 29 años) fuerza a armar equipos con extremos que son evidentes. Mientras los que en teoría ostentan mejores condiciones realizan sus proezas en lugares donde se obtienen más ganancias, algunos vuelven para cerrar sus carreras en los clubes que los vieron nacer y otros, paradójicamente, empiezan a dar sus primeros pasos.

Un inexperimentado Vélez Sarsfield dejó escurrir de sus manos la chance de pelear por el título Apertura en el final de 2004 y, más afirmado, llegó a la cima seis meses después. Errores de esos que se cometen y de los que luego se aprende lo apartaron de la lucha en la última fecha de entonces. El título fue para Newell´s, que repatrió a Rubén Capria (35), Ariel Ortega (31) y Juan Esnaider (32) y promovió a Iván Borghello (20), Fernando Belluschi (20) e Ignacio Scocco (18).

El debate que se instaló y perdura tras la consagración del equipo rosarino tuvo que ver con la dudosa calidad del juego. Acaso buena parte de la respuesta esté dada tanto en la necesidad de apurar apariciones de jugadores excesivamente jóvenes como en la que obliga a sembrar el campo de experimentados para equilibrar un poco la balanza. La mezcla consigue seguridad aunque el talento no sobra. Más bien escasea.

Brasil, la excepción

El principal exportador de la región, por cantidad y calidad, es la excepción a la tendencia. Aproximadamente 600 futbolistas brasileños juegan fuera del país, sólo en Italia hay 50. Vende más y cobra mejor, no obstante, en su fútbol doméstico no se encuentran grandes diferencias de edad en los conjuntos.

Santos es un modelo que se repite. Si bien tiene a dieciséis valores entre 17 y 23 años, solamente tres del resto superan los 30. El equilibrio se da con mayor naturalidad. La clase indudable de los brasileños, se agrega a la mayor población y mejores posibilidades y eso arroja como resultado que la necesidad de tapar agujeros que quedan tras la salida de figuras no sea tan traumática.

En definitiva, Sudamérica todavía puede sentirse con sobrados fundamentos como uno de los principales abastecedores de futbolistas de primer nivel para todo el mundo. Mientras tanto, como un efecto no deseado, en cada país del continente los simpatizantes se ven condenados a mirar a sus ídolos en el transcurso de sus años dorados solamente por televisión. Para los dueños de casa queda reservado el inicio –en plena juventud muy cercana a la niñez- o el final –tras haber gastado buena parte de los cartuchos-.